La fábula de la cebra y la jirafa cuenta la historia
de dos verdaderas amigas.Todos tenemos muchos amigos; amigos de hace
muchos años, otros más recientes, algunos que vemos más seguido, otros
menos. Pero la amistad de la cebra y la jirafa tendrían una prueba que
superar.
Una
mañana la jirafa se levantó de su cama y se sentía muy mal. Estaba
mareada, tenía mucho dolor de garganta y casi no podía mantenerse en pie
de tanta fiebre.
Decidió que lo mejor era pasar la mañana en cama
mientras se recuperaba para salir por la tarde. Pero al llegar la hora
donde ella debía salir de su casa, se dio cuenta que su estado no
mejoraba. De hecho había empeorado.
Fue así como la jirafa se vio obligada a cancelar su salida y le avisó a su querida amiga, la cebra.
Al conocer la noticia de su enfermedad, la cebra corrió rápidamente hasta la casa de la jirafa para saber cómo se encontraba:
–
No me siento del todo bien– le dijo la jirafa.
–
No te preocupes, yo miraré tu garganta a ver cómo está– le respondió su amiga la cebra.
Pero
cuando la cebra miró la garganta de su amiga la jirafa con su largo
cuello, notó que tenía un aspecto muy malo. Estaba muy colorada y tenía
mucha inflamación.
–
Me parece que necesitarás medicamentos– le dijo la cebra a su amiga –
Voy a ir a la farmacia y te traeré todos los medicamentos que necesites. Tú quédate aquí y haz reposo – le dijo la cebra mientras se ponía su abrigo y salía de la casa de la jirafa.
Así salió la cebra en busca de la medicación que ayudaría a su amiga.
Recorrió todas las farmacias de cada pueblo cercano pero como la jirafa tenía un cuello tan largo, no halló toda la medicación necesaria.
Entonces
decidió emprender un viaje un poco más largo hacia algunas farmacias
que se encontraban en los países vecinos. Seguramente allí encontraría
toda la medicación para que su amiga se curara pronto.
La cebra
recorrió las farmacias de cada uno de los países que visitó sin importar
si llovía, nevaba, o hacía mucho calor. Ella siempre tenía en mente
conseguir la medicación para su amiga y ayudarla a sanar.
Finalmente
(y luego de mucho recorrer) consiguió toda la medicación suficiente
para su amiga la jirafa. Entonces, feliz por el trabajo cumplido,
decidió emprender la vuelta hasta la casa de la jirafa.
Mientras caminaba hasta la casa de la jirafa pensaba en lo bien que le harían todos esos medicamentos y lo pronto que sanaría.
Pero
al llegar la cebra, se dio cuenta que la jirafa ya se encontraba en
perfecto estado de salud y su garganta se había recuperado por el reposo
que había hecho.
–
Mira lo bien que me siento ahora– le dijo mientras cantaba una canción para ella.
La
cebra se quedó con la boca abierta por tal mejoría y luego de unos
minutos pudo comprender que lo que sentía era emoción y felicidad.
La
cebra no se enojó por aquel hecho. Por el contrario, ellas salieron esa
misma tarde a jugar juntas y celebrar la salud de la jirafa.
Así
fue como se dieron cuenta que una gran amistad puede requerir un gran
sacrificio pero vale la pena hacer el esfuerzo por un verdadero amigo.